22 MAR
Aunque cada proceso de duelo es único, diferentes psicólogos y terapeutas han elaborado cuatro fases en el duelo.
- La primera fase es incredulidad, vacío y dolor insoportable. Puede durar varios días, incluso semanas. ¡¡No puede ser!!, suele decirse. No podemos reaccionar, ni sentir, ni pensar. Es un estado de no ser, no sentir, no pensar. Como si se tratara de una película en la que no podemos taparnos los oídos ni cerrar los ojos. Los acontecimientos se viven de forma difuminada. En cierto sentido, esta fase amortigua la intensidad de los sentimientos e impide que nos demos cuenta del significado total de la pérdida, hasta que estemos preparados para hacerlo.
- En la segunda fase, la pérdida acompaña al sentimiento de ausencia, y el dolor deja de ser insoportable, sucede que ya brota la necesidad de expresarse, al tiempo que aparece una imposibilidad de escucha.
- La tercera fase conlleva un principio de aceptación. Se es capaz de escuchar lo que servirá para aliviar el dolor y también se pueden compartir experiencias similares como, por ejemplo, en un grupo de apoyo.
- En la cuarta fase el proceso de aceptación madura, procediendo a transformar la pérdida. El vacío comienza a llenarse una vez más con vida y estamos dispuestos a dejar de sufrir.
En esta fase, podemos redescubrir el valor de los pequeños placeres. Este es un paso importante, ya que significa la superación de la culpabilidad. Este aspecto nos llevará a establecer contacto una vez más, con la abundancia de la vida.
Es quizás también el momento de ayudar a otros en procesos de duelo que nosotros hemos superado. Algo que incluso puede llenar nuestra vida de significado existencial.
Todos estos pasos nos llevan de una forma natural al más importante de los pasos:
Analizar lo que nos ha ocurrido y conseguir ver el lado evolutivo del proceso. Saber que ya nada ni nadie podrá separarnos, por ejemplo de esa persona. Es momento también de redefinir la palabra muerte. Muerte no significa ya borrón y fracaso, sino oportunidad de transformación y crecimiento.
En realidad, la muerte de un ser cercano es una oportunidad para replantearnos nuestra forma de vida.
Para superar el proceso de un duelo por una perdida yo te sugeriría:
– Reconocer la pérdida: decirnos a nosotros mismos que esto es algo que ha sucedido, que somos lo bastante fuertes y que vamos a sobrevivir.
– Dejar fluir el dolor: no negarlo ni anestesiarlo, sino experimentarlo.
– Repetirnos que no estamos solos y que hicimos todo cuanto estaba en nuestras manos.
– Otorgarnos el tiempo suficiente para curar nuestras heridas.
– Saber que el proceso de curación tiene sus altos y sus bajos.
– Hacer ejercicio, dormir bien, y no forzar ninguna actividad.
– Marcarnos un horario: estructurar el exterior mientras el interior todavía sigue atormentado.
– Postergar las decisiones importantes.
– Buscar y aceptar el consuelo y el apoyo de los demás.
– Rodearnos de cosas vivas: plantas, animales,..
– Reafirmar nuestras convicciones: descubrir una nueva espiritualidad o reforzar nuestras prácticas religiosas.
– Organizarnos para los fines de semana y las fiestas, evitando así encontrarnos demasiado solos en estos días.
– Recordar que seguiremos mostrándonos vulnerables durante meses e incluso durante años.
– Si todavía sentimos culpabilidad hacia la persona fallecida, escribirle una carta que después quemaremos.
– Repetirnos una y otra vez: ¡sobreviviré, un día volveré a recuperar mi serenidad! Escribirlo en un papel, y de ser necesario, ponerlo en un lugar donde podamos verlo con facilidad.
– Permitirnos acompañar por algún Terapeuta que nos pueda ayudar a transitar el camino. Esto puede aliviar enormemente el proceso, es un acto de amor hacia nosotros mismos.
Texto adquirido de la Escuela Española de Desarrollo Transpersonal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario